El déficit de atención es un trastorno neurobiológico relacionado con la dificultad para mantener la atención. Conoce de qué se trata y cómo se puede manejar a tiempo.
Luz Adriana Zapata Esguerra, Pedagoga del programa Desempeño escolar de Compensar, explica que el déficit de atención no es considerado una enfermedad, ya que no tiene una causa reconocible, ni un pronóstico y tratamiento definidos.
El déficit de atención es un trastorno; con o sin hiperactividad, y consiste en que una persona no puede realizar una determinada acción o un grupo de acciones, según los requerimientos del entorno; ya sea escolar, familiar, social y con la calidad esperada, y donde se reflejan algunos comportamientos como:
● Dificultad para mantener la atención, debido a distracciones con el entorno.
● Desinterés o desmotivación.
● Poca concentración. Se les debe recordar muchas veces lo que tienen que hacer.
● No finalizan una actividad asignada.
● Pierden objetos con facilidad.
● Al hablarles parece que no escuchan.
● No siguen instrucciones a tiempo o que requieran un mayor nivel de exigencia.
● Presentan bajo rendimiento escolar.
● Tienen baja autoestima.
Para determinar si un niño presenta este trastorno se debe tener un número suficiente de comportamientos que sean continuos y que se vean reflejados en diversos espacios.
Síntomas
Los síntomas que muestran los pacientes con déficit de son:
● Falta de atención.
● Hiperactividad.
● Impulsividad.
Cada uno de estos síntomas se expresa de forma variable en los pacientes, sin embargo, es importante saber diferenciar entre el comportamiento normal de un niño (activo, inquieto, juguetón, distraído) y un comportamiento anormal.
Hiperactividad
Este síntoma se reconoce con facilidad ya que refleja en el paciente un comportamiento inquieto, habla en exceso, deja sus tareas inconclusas, tiene dificultad para quedarse quieto, no logra relajarse y tiene falta de constancia.
La hiperactividad no solo se presenta en la etapa de la infancia, también se puede desarrollar en la adolescencia y como consecuencia pueden resultar repitiendo años académicos. Además, manifiestan actitudes como baja autoestima, problemas emocionales, poca tolerancia a la frustración, irritabilidad y dificultad para manejar la rabia.
Impulsividad
Este patrón es de los menos frecuentes. Se caracteriza por reflejar comportamientos impacientes, el niño no piensa antes de actuar, interrumpe a los demás y suele ser espontáneo y dominante a la hora de hablar.
Según la Federación Española de Asociados de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad, el 5% de la población infantil en el mundo presenta esta patología psiquiátrica. El 80% de los afectados continúa padeciendo esta enfermedad en la adolescencia y del 30 al 65% llega a la edad adulta con este trastorno.
¿Cómo manejar este trastorno?
Como el déficit de atención no es una enfermedad, no tiene un tratamiento ni pronóstico particular, además, no existe una receta para manejarlo ya que hay muchas variables de por medio.
Por su parte, el apoyo continuo desde casa y el colegio, pautas de crianza definidas por el respeto, el amor y la constancia, y un seguimiento individual a los procesos emocionales, pedagógicos y sociales; manteniendo el respeto al ritmo y estilo de aprendizaje de cada niño, permiten un mayor éxito y avance.
En Compensar el programa de Desempeño escolar, lleva 16 años, y su objetivo es estimular, desarrollar, fortalecer habilidades, destrezas y actitudes hacia la capacidad de aprendizaje mediante un proceso lúdico pedagógico con el fin de sentir, pensar, hacer y comunicar en coherencia con los requerimientos del ámbito personal, familiar, académico, social y laboral de cada uno de los niños, niñas y adolescentes.
En la actualidad, Compensar ofrecen cursos de atención y concentración, lectoescritura, lógica matemática, refuerzo del idioma inglés así como talleres de hábitos de estudio, reta tu mente y tu cuerpo, caligrafía, ortografía y competencia lectora, entre otros.
Por último, es importante señalar que la visita oportuna al médico permite detectar estos y otros trastornos que pueden padecer los niños pero que en un entorno adecuado pueden tratarse correctamente.