La base del bienestar es el amor. Y dentro de todos los aspectos del amor, el más importante es el amor así mismo, lo que conocemos como el amor propio.
Y amarse, es cuidarse, alimentarse, nutrirse, protegerse; y para eso cuentas con el don más preciado de todos que es el don de la consciencia. Es aquello que nos diferencia de todos los seres vivientes. La humanidad debe ser cada vez más consciente.
Con esa consciencia es que adquirimos los hábitos saludables; porque la salud debe ser integral. Con amor procuramos una salud mental, física y emocional.
Es la manera como nutrimos nuestra alma y la entrenamos desde nuestro mundo interior para poder salir cada mañana al mundo exterior para servir al universo por medio de nuestro oficio, nuestros dones y talentos que usamos para conseguir nuestro sustento a través de un trabajo al que le dedicamos gran parte de nuestros días.
Eres tú, el creador de un cambio, que si se repite frecuentemente te llevará a desaprender viejas costumbres y creencias sobre el supuesto bienestar actual de tu vida.
Y escuchaste bien: tu supuesto bienestar, porque crees que es normal darte gusto en antojos alimenticios generosos en grasas, harinas y azúcares o en el consumo social del alcohol de cada fin de semana, el exceso de trabajo, la falta de sueño o la convivencia con el estrés.
Crees que es normal el insomnio que te tiene al borde de la depresión y el dolor de cabeza permanente. Mira que NO ES NORMAL vivir al límite con el exceso. No es normal como estamos viviendo. Porque vivir así no es divertido.
Con tanta información que ofrece el mundo de manera invasiva, conviviendo con la vanidad, buscando constantemente la aprobación y el reconocimiento es muy fácil dejarse atrapar por ese enemigo principal que actúa de forma silenciosa y que sigilosamente arrebata tu conciencia y te tiende una red de confusiones. El ego, que funciona con sus aliados: la angustia, la preocupación, la ansiedad, la prisa y el estrés y que celebra cuando la persona se declara “en depresión “.
Este sistema opresor funciona reprimiendo el sistema inmunológico, ahogando nuestras células y generando un foco de debilidad que el cuerpo al final no logra controlar, porque nosotros, con el afán de atender las necesidades del ego y las exigencias de cada día lo sobrecargamos sin limitaciones.
De esta manera la prisa, la preocupación, la ansiedad y la angustia producen estrés, debilitando el sistema inmunológico exponiéndonos a numerosas enfermedades.
Pero tú tienes toda una vida, unos proyectos, una familia y nos sueños por cumplir. Necesitas mejores hábitos. Por eso toma acción, enciende la luz de la conciencia y cambia tus hábitos por medio de La Calma, la paz Interior, el equilibrio, la paciencia y la fe. Para lograrlo te propongo considerar a fondo el rigor de valores y virtudes como:
La meditación, la disciplina, la constancia, la gratitud y ejercicio físico diario.
Ante todos ellos deberás primero contar con la conciencia. No tendrás a nadie detrás de ti cada día recordándote que estás en un proceso de crecimiento interior y que el resultado que esperas no se dará si no eres consciente de seguir con juicio los procesos.
La conciencia es el “yo interior”. Es tu compañero imaginario que actúa correctamente. Es el “yo” bueno, que busca la trascendencia de cada uno de nosotros como ser humano.
En estado de conciencia hay serenidad en tus decisiones y con ello te acercas al mínimo margen de error porque comienzas a identificar los excesos y marcar los límites en la convivencia social. Siendo conscientes te alejas de elementos opuestos a la conciencia como el alcohol y las drogas y buscas una vida sana sin contaminación física eliminando de tu vida vicios que afectan tu cuerpo y al final hacen mella en tu estado emocional.
Anímate a transformar tu vida a partir del pensamiento consciente.
Ya verás como comienzas a sentirte en armonía.
Hakuna Matata
JMC